En un ambiente de “progreso” y sometidas a cambios
impensables en otras épocas, las Cofradías son en este tiempo un ejemplo de la
más actual tradición y vinculación a su pueblo, manteniendo su primitiva
personalidad, amoldándose a cambios de mentalidad y pensamientos políticos.
Durante el siglo XIX se asiste a la reforma o sustitución en
la mayoría de las hermandades, de la canastilla. Esto ocurría por una parte a
raíz de la rapiña napoleónica, pero por otra debido al auge de la sensibilidad
romántica, por lo que se dará un retorno a los orígenes. Una excepción a este
hecho corresponderá a aquellas cofradías con pasos de gran tamaño, y por tanto más
difíciles de ser reemplazados, porque lógicamente suponían un desembolso
económico al que no podían en esos momentos hacer frente, por lo que
conservarán, con sólo ligeras modificaciones, los pasos antiguos. Esto será lo
que le ocurra a hermandades como la Exaltación, el Amor o la Sagrada Mortaja.
En los pasos de palio se advierten diferencias aún mayores
con respecto a los actuales, eran pasos de una enorme sencillez en todos sus
elementos, Aquellos pasos no buscaban realzar con sus elementos cera,
candelería, flores, respiraderos o bambalinas la figura central de la Virgen
sino más bien ganar al espectador con un conjunto armonioso que no desviara la
atención de quien contemplara la procesión. De este modo apenas si existía
candelería, solo unos cuantos candelabros, que por lo común no pasaban de una o
dos hileras y tampoco con las flores se pretendía recubrir los huecos
existentes entrevarales. Serán los años finales del siglo XIX los que inicien
el galopante trepidar y auge incontenido de que gozan nuestras Hermandades a lo
largo de todo el siglo XX, verdadera época dorada de las mismas.
A lo largo del pasado siglo XX tres procesos urbanísticos
han condicionado la actual situación de las cofradías: los ensanches, creación
de nuevos barrios y despoblación del centro urbano.
Semana Santa desde los palcos de la Plaza de San Francisco, S. M. el Rey Don Alfonso XIII. (Pueblo 2-3-1970) 4-1930: Vuelve a presenciar en esta Semana Santa las procesiones de Semana Santa, S. M. el Rey Don Alfonso XIII, desde los palcos de la Plaza de San Francisco. Presidió asimismo las procesiones de las Hermandades de Azotes y Columnas y la del Santo Entierro. En marzo de 1909, se reunían las Hermandades de Penitencia en el Centro Católico, a excepción de las del Gran Poder, Pasión y la de la Coronación, para tratar del problema de la subvención, pues en este año quería reducirla la Corporación Municipal, y no se ponían de acuerdo estas Instituciones con el Ayuntamiento, teniendo que mediar en defensa de las mismas el Señor Arzobispo. 30-3-1912: Se ilumina con luces eléctricas y colocan sillas para presenciar procesiones por primera vez, dentro del recinto del Templo Metropolitano. 19-6-1916: Las Hermandades y Cofradías de Sevilla en unión de la de San Pedro Ad-Víncula, hacen Profesión de Fe en creer que la Stma. Virgen María subió a los Cielos en cuerpo y alma. Como ocurriera con la Inmaculada, la mariana ciudad de Sevilla se adelantó a Roma en la creencia dogmática 1917: Hasta este año, la Carrera Oficial empezaba en la calle Sierpes esquina a la Plaza de la Campana. 4-1919: Es colocada desde esta Semana Santa una Tribuna de control de las Procesiones para horario y el orden, a petición del recordado sacerdote sevillano D. José Sebastián Bandarán. 29-1-1929: El Cardenal Ilundain, decreta, prohibir se canten Saetas por profesionales en las calles, a las Imágenes, que en esta época empezaban a prosperar, como asimismo el que se parasen los pasos un determinado tiempo para que fueran cantadas las mismas.
Prohíbe igualmente que las mujeres formen en las
procesiones, de nazarenos, tan solo las admite en las Cofradías que lo llevasen
efectuando durante treinta años, no excediendo su número de ellas, en cuarenta.
(B.O.A. 1128) La puesta en la calle de las distintas cofradías ha aumentado
considerablemente en seriedad y brillantez con respecto a tiempos anteriores y
es acertado calificar a los tiempos actuales como “la edad de oro” de la Semana
Santa. Las dos primeras décadas del siglo se caracterizan por el adormecimiento
de Sevilla. La tendencia cambia en los años veinte. Cinco cofradías se fundan
en collaciones tradicionales: Nuestro Padre Jesús ante Anás y María Santísima
del Dulce Nombre en 1919, en San Román; Nuestro Padre Jesús de la Salud y María
Santísima de la Candelaria en 1922, en San Nicolás; Santísimo Cristo de la
Buena Muerte y Nuestra Señora de la Angustia, en la Anunciación en 1924;
Nuestro Padre Jesús de la Salud y Buen Viaje y Nuestra Señora de los
Desamparados en 1926, en San Esteban. En un espacio con unas características
urbanas diferentes se erigió la hermandad de la Sagrada Presentación al Pueblo
y Nuestra Señora de la Encarnación de San Benito, tras varios intentos a
finales del XIX, en la Calzá, en 1921, aunque la consolidación definitiva no se
produjo hasta 1928 en que comienza a hacer estación ininterrumpidamente. Como
si de una perfecta planificación se tratase, todas coinciden en rendir culto a
imágenes antiguas que habían despertado especial veneración. La de la Bofetá se
constituye en recuerdo de la antigua Cofradía del Dulce Nombre de María y dio
culto a las imágenes primitivas a las que sustituyó, más adelante, por las
actuales de Castillo Lastrucci. La Candelaria saca la imagen que había sido
titular de la cofradía de la Antigua y Siete Dolores, que se encontraba en la
parroquia para llenar el vacío dejado por el Señor de la salud de los Gitanos
cuando se trasladó a San Román; esa imagen con fama de sanadora despertó los
fervores del barrio hasta conseguir que por sus calles discurriera una cofradía
para rendirle culto con la misma advocación. La hermandad de la Universidad
rinde culto a la seductora imagen que esculpiera Juan de Mesa para presidir la
Casa Profesa de la Compañía de Jesús, que ya había sacado en procesión la
Lanzada. San Esteban al Cristo que se encontraban los viajeros que salían por
la Puerta de Carmona y que había sido titular de la extinta cofradía del Ecce
Homo de los mulatos. Todas las nuevas hermandades se encuentran en el Martes
Santo, que comienza a tomar su forma, aunque desde épocas anteriores se habían
hecho habituales las procesiones en este día. A partir de 1923 y con la
decisión de la cofradía de la Expiración (Museo) de cambiar su salida del
Viernes Santo al Lunes, se inauguró la segunda jornada de la actual Semana
Santa. Al Museo, que no pudo hacer estación por la lluvia en 1923, se le unieron
al año siguiente la de las Penas de San Vicente y la del Cristo de las Aguas.
La Entrada en Jerusalén, tras peregrinar por algunas de las
iglesias de su tradicional barrio como San Pedro y Santa Catalina, se avecindó
en el Divino Salvador, donde adquirió gran auge. La del Dulce Nombre se
traslada en 1924 al convento de San Antonio de Padua. Otras debieron cambiar
provisionalmente de sede por obras: la Exaltación salió en 1924 de la Trinidad
y de 1925 a
1930 de San Román. Santa Cruz salió del Convento de Santa Teresa en 1924.
La década de los treinta fue convulsa y conflictiva en todos
los órdenes y las hermandades y cofradías sienten en su propio seno esta etapa
de agitación social. En 1931 se forma la Federación de Hermandades para agrupar
las Cofradías, y tratar de resolver la subvención y su reparto, celebrando las
primeras reuniones en el domicilio del cofrade del Silencio. D. Luis Ibarra
Osborne. Con el advenimiento de la República, en 1932, el Cabildo Catedral
manifiesta la imposibilidad de instalar el Monumento para los Oficios de Jueves
Santo debido a no recibir consignación del Ayuntamiento. Las Hermandades de
Penitencia se ofrecieron a sufragar los gastos del mismo para su instalación,
costeando la del Gran Poder toda la cera necesaria y colaborando el resto de
las Cofradías, no interrumpiéndose con este motivo por este año su colocación.
Será en 1961 cuando deja de colocarse en las naves de la Catedral hispalense el
grandioso Monumento que trazó Antonio Florentin, para colocar el Jueves Santo
al Santísimo Sacramento: estaba situado en la nave del trascoro. Así mismo
acuerdan las Hermandades de penitencia no hacer estación a la S. I. C, por las
inseguridades de la República, tan solo acuerda efectuarla la de la Estrella,
que lo hace en la tarde del Jueves Santo, su discurrir por las calles de la
ciudad, aunque rodeada de ingente multitud sus pasos, fue llena de
irregularidades de color terrorista. El resto de las Corporaciones realizan en
este año un turno de adoración y vela ante el Santísimo, colocado en el
Monumento de la Catedral, de media hora, y asistiendo con sus estandartes y
cirios encendidos. Durante los años 1932-1936, no se montaron en la Plaza de
San Francisco los palcos de Semana Santa, por los sucesos e inseguridad
política reinante. En 1933 no sale ninguna procesión de penitencia en los días
de la Semana Santa, por los mismos sucesos.
Siguen las inseguridades en 1934 y las Hermandades no se atreven a salir
en procesión acordando hacerlo tan sólo trece Cofradías que fueron las
siguientes: DOMINGO DE RAMOS Sagrada Cena, San Benito y La Estrella; JUEVES
SANTO Buen Fin, Prendimiento, y Sgda. Lanzada; VIERNES SANTO MADRUGADA
Sentencia, Tres Caídas de Triana y Los Gitanos; VIERNES SANTO Siete Palabras,
Trinidad, Exaltación y La Mortaja. Sí lo hacen en 1935. En 1937 se funda en la
Capilla de los Dolores la hermandad de Nuestro Padre Jesús Despojado de sus
Vestiduras, que hizo estación en 1941 y fue asimismo suspendida; tras
reorganizarse en San Bartolomé, buscó un lugar más céntrico en aras de un mayor
desarrollo, ocupando la capilla de la plaza de Molviedro. El recién nombrado
Arzobispo de Sevilla, Cardenal Don Pedro Segura y Saenz, pública con fecha 7 de
marzo de 1938, una Carta Pastoral sobre las Hermandades de penitencia. En ella,
se trataba sobre estas Instituciones, su espíritu, pasado y porvenir de las
mismas. En marzo de 1939 es pronunciado por vez primera el Pregón de la Semana
Santa, que estuvo a cargo del orador D. Federico García Sanchís, siendo
presentado por el Teniente de Alcalde D. Manuel Bermudo Barrera. En 1940,
presencia desde la tarde del Miércoles Santo las procesiones de Semana Santa,
el Jefe del Estado Francisco Franco Bahamonde, presidiendo asimismo en la tarde
del Viernes Santo, la Procesión del Santo Entierro. Previa
reunión de los Hermanos Mayores de las Cofradías sevillanas en marzo de 1941,
se acordó por la Autoridad Eclesiástica, que desde esta Semana Santa, no
formaran parte de las procesiones las señoras. Y con fecha 15 de febrero de 1943: se publica un Decreto del Cardenal Segura y
Saenz, sobre disposiciones del buen orden en las estaciones de penitencia y la
prohibición de que salgan mujeres vestidas de nazarenos en las Cofradías.
(Ordenanzas Febrero 1943). Quedó así zanjado este asunto hasta la publicación
de las Disposiciones Diocesanas actualmente en vigor promulgadas por S.E.R.
Fray Carlos Amigo Vallejo. Por decreto de 14 de marzo de 1944, el Cardenal
Segura, prohibe dar vivas y aplausos, como asimismo el levantar el brazo en
forma de saludo al paso de las Sagradas Imágenes en las entradas y salidas de
los templos y al toque del Himno Nacional. (Decreto C. Segura 14-3-1944. Al año
siguiente, se celebra bajo la Presidencia del Cardenal Segura y Saenz, la II
Asamblea de Hermandades de Penitencia de Sevilla, en los días 21, 22 y 23 de
Mayo. Se dieron las conclusiones sobre cultos internos, disposiciones para que
intervinieran en los mismos grupos vocales de canto y acompañamiento musical de
armoniun, suprimiendo otro tipo de instrumento. En cuanto a las procesiones,
que las composiciones musicales de marchas que se pudieran tocar, hicieran
previa la autorización eclesiástica y estuvieran dichas composiciones dentro de
un carácter del Motu Propio. (Memorias II Asamblea) Pero si hay algo que será
de capital importancia a partir de la década de los cuarenta es la
incorporación a la nómina oficial de la Semana Santa de nuevas hermandades
creadas en barrios periféricos de la ciudad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario