lunes, 15 de octubre de 2012

¿Quien Fue Moisés? Parte II




Puede que los judíos nunca estuvieran en Egipto y que, por tanto, El Éxodo bíblico no coincidiese con la realidad, pero es razonable pensar que aquel relato no careciese de algún trasfondo histórico, que dentro de un gigantesco mito hubiese ciertos datos verídicos. Si consideramos parte de la Biblia como una historia mitológica semita, como la Ilíada o la Eneida, en sus respectivas culturas, habría que señalar que en estas también aparecen rasgos ciertos, históricamente probados. Por ejemplo, la guerra de Troya puede que fuera "retocada", pero es evidente que se refiera a algún conflicto histórico en el marco del Egeo. Entonces, ¿dónde se produjo la idea del éxodo de los hebreos del que habla el Antiguo Testamento?. De Babilonia.
Es bien sabido que sufrieron el cautiverio babilónico, teniendo de este una multitud de testimonios, tanto en fuentes literarias y restos arqueológicos, como en la propia Biblia; y está demostrado que Mesopotamia fue un día el Edén, el Diluvio, la Torre de Babel, el linaje de Abraham, la dispersión de gentes y la confusión de las lenguas. Es decir, que los mitos del Antiguo Testamento derivaron de los sumerios.
a) La idea del Diluvio. No hay duda de la importancia del relato bíblico de donde deriva nuestro principal interés; pero existe la clara convicción de que este episodio es una influencia mesopotámica. No sólo era una cultura fluvial, sino que sus dioses tenían un gran papel dentro del líquido elemento y su propio nombre significa "entre dos ríos", en griego, de las palabras meso (en medio, entre) y potamos (río), el Tigris y el Eufrates. Nada en el contexto israelita explicaría un fenómeno similar a este, ni mucho menos, en el núcleo del Sinaí-Horeb, aunque es posible pensar que algún desbordamiento del Nilo produjese el Diluvio Universal. Pero el hecho de que los egipcios no reconociesen dicho relato, quita, por descontado esta posibilidad. Sin embargo, según las evidencias geológicas y arqueológicas, no se produjo ningún "Diluvio universal" que tanto las fuentes hebreas como las sumerias reconocen, y si puede reflejar algún aspecto histórico, quizás se trate en realidad de alguna inundación o "diluvio" de ámbito local o comarcal, cuyo recuerdo se mitificara entre los antiguos mesopotámicos, tomándolo luego los hebreos. Existe igualmente el "homólogo " del Noé bíblico, de muy difícil pronunciación: Utanapisthim, a quien la diosa de la sabiduría, llamada Ea, le ordenó la construcción de un barco.
b) Sansón, el Gilgamesh hebreo. Sansón, el héroe judío, que la tradición considera de la secta de los nazareos, y que según el Antiguo Testamento, se levantó contra los filisteos, se vincula a un nuevo mito, de origen sumerio, el de Gilgamesh. A este hombre, nos cuenta la leyenda, le ocurrieron varias cosas que luego les ocurrirían a otros. Se enamoró de él una diosa aunque el héroe, no la hizo gran caso; luchó contra monstruos, llevaba leones al brazo, como el que lleva unos borreguitos; encontró a un hombre "primitivo", dicen las fuentes, quizás referido a un humilde, que le sirvió de ayudante; trató de rescatar para los hombres la inmortalidad, pero falló en el último momento. No obstante, su heroísmo, su capacidad de resistir a las tentaciones y su final trágico le marcarían, como a los futuros Heracles-Hércules, Ulises-Odiseo-Eneas, Prometeo, el propio Jesucristo e incluso, el Quijote de Cervantes.
c) "Al comienzo", como dice el Génesis. No sólo los hebreos consideraban que antes del mundo, en el Caos, existía ya algo, también los sumerios. Pero en vez de llamarlo "al comienzo", era "cuando allá arriba". Una de las reflexiones más antiguas e igualmente universales.
d) Es posible que se trate sólo de una mera observación anecdótica, pero sorprende que la única mención a Satán, en los diversos libros del Antiguo Testamento, corresponda al de Job, casualmente caldeo (de una región de Sumer).

e) La torre de Babel. La versión bíblica de la Torre de Babel recuerda a una anterior, acadia, la de Marduk, dios amorita de Babilonia. Además, existe una singular semejanza arquitectónica entre la imagen que tenemos de Babel y las torres-templos mesopotámicas, que eran conocidas con el nombre de zigurats. Según la descripción de Herodoto, de una de ellas, tenemos lo siguiente: "Es de planta cuadrada y mide dos estadios [el estadio es una medida griega, de 164 m., es decir, de 328 m.]. En medio se levanta una torre cuadrada de un estadio de largo y otro de ancho. Sobre esta se levanta otra, y otra más sobre esta, y así hasta ocho torres. La subida se efectúa rodeándolas por el exterior". (Herodoto. Historia I, 181-182).
La consideración de la Torre de Babel como "confusión babélica", tiene una clara explicación antropológica. Una empresa de este calado tan sólo podría emprenderse a nivel colectivo, más sobre todo si se tiene en cuenta que no debía existir la "iniciativa privada" o la individualidad de los recursos, por la escasez de materiales y encontrarse en sociedades bajo el “sistema económico de redistribución”, dirigido por los soberanos. Por tanto, lo que nos cuenta el relato bíblico es justamente esta movilización de masas que entrañaba cualquier obra importante de este tipo. Tan sólo hay que hacerse una ligera idea de lo que debió suponer, en el aspecto humano, la construcción de monumentos como las pirámides de Egipto. Por eso, cuando se movilizan, con tal objetivo, tanto a hombres libres como esclavos, desde los confines de la baja Mesopotamia (si hacemos una versión histórica del mito del Génesis), lo primero que se observa es un serio problema de comunicación hablada.
Por otra parte, veamos como algunos pasajes del Antiguo Testamento, quizás los más representativos, tienen una gran similitud con relatos divulgados por Zoroastro, el codificador de la religión persa, en torno al año 530 a. Cristo. El dios Ormuzd creó el mundo en seis etapas: en la primera, el cielo, en la segunda, el agua; en la tercera, la tierra; en la cuarta, los vegetales; en la quinta, los animales y en la sexta etapa, al hombre. E igualmente, creó un Paraíso, lleno de delicias y abundancias. Otro dios, Arimán, creó al hombre y a la mujer, y en forma de culebra, los engañó.


El derecho codificado por Moisés.
La tradición le atribuye la legislación del pueblo de Israel, tomadas directamente de Dios y codificadas en las conocidas Tablas de la Ley. Pero de esas leyes, tan sólo los tres primeros mandamientos son originalmente judaicos; los demás recuerdan mucho a prescripciones jurídicas babilónicas. Otro punto interesante es el del llamado Levítico, catálogo de ceremonias, normas y derechos que nos presenta un completo panorama de la vida de un israelita y que serían abolidas por Jesucristo. Por ejemplo, la posibilidad de matrimonio de una viuda con el hermano de su marido, es decir, con su cuñado, responde al deseo de la continuidad de la estirpe, costumbre muy arraigada en el seno jurídico hebreo, conocida como levirato, por el término latino levir- iris, que significa "cuñado". En esta línea nos trasladamos a casos tomados de historias de los Patriarcas, como el de Jacob que, a cambio de su trabajo, compró a su mujer, como aparecía estipulado en la ley, no judaica, sino una originaria de Cannaán. "Jacob sirvió por Raquel siete Alos y estaba tan enamorado que le parecieron siete días".
Existía el divorcio, y en ese caso, la mujer estaba obligada a regresar al lado de su familia, quedándose el padre con la potestad de los hijos. Estos eran circuncidados a la semana del nacimiento, siguiendo un rito arraigado en una tradición cannanea. Otros preceptos, acerca de la familia, recuerdan mucho a los del código de Hammurabi. Por ejemplo, el de su organización monógama, aunque con la posibilidad de un concubinato, sería uno de los aspectos coincidentes en ambas legislaciones, pero no el único. Por otra parte, en la legislación judicial, el Éxodo (23,1) nos dice acerca de la existencia de testigos que debían dar juramento de su testimonio. Pero, de esta relación los babilónicos también tomarían aspectos legislativos propiamente semíticos, como el de la ley del talión, "el ojo por ojo".
La sociedad se dividía en tres grupos: libre, esclavo y, lo que en sumerio se entendía por "mezquino", que en Israel eran los impuros, por ejemplo, los leprosos. El hombre libre tenía en propiedad la tierra, pudiendo tener una concubina, a parte de su mujer, pero la ley mosaica le impedía despreciarla. Podía vender a su hija, pero no, por ejemplo, a alguna concubina que dejara de gustarle. El esclavo debía llevar una marca de su condición servil, aunque contase con ciertos derechos, como los matrimoniales (podía contraer matrimonio, incluso con alguien libre, con la posibilidad de que su mujer acompañase al marido, si este fuera libertado) y el del rescate. Y por último, el grupo social más bajo, formando parte de losdesheredados, los impuros, debían vivir fuera de la comunidad, llevando señales de su propia impureza y gritar: "¡soy impuro!", para que todos supiesen de su condición.
En cuanto a los extranjeros, no podían casarse con ellos, ni mantener ningún tipo de relaciones personales, ni practicar su culto, pues le supondría la muerte, pero tienen, sin embargo, más consideración con ellos que otras culturas, por ejemplo la egipcia.



En lo que respecta a las leyes de propiedad, ante los robos o perjuicios cometidos a otro particular se debían compensar con el doble de su valor; y una persona se hacía dueña de una tierra nada más comprarla, siendo propietario de todo lo que esta posea, incluso un tesoro escondido, que el anterior dueño no podría reclamar como suyo. Veamos la tremenda semejanza que existe entre ambos cogidos, tomando, para el caso, una ley de propiedad. Según la Biblia: "en delitos contra la propiedad, de toro, asno, oveja, capa o cualquier otro objeto perdido, si uno afirma que el objeto es suyo, aquel a quien Dios declare culpable, pagará el doble de su valor" (Éxodo, 22,8); según Hammurabi: "Si un señor roba un buey, un toro, o una oveja o un asno o un cerdo o una barca, restituirá veinte veces su valor". Sin embargo, hay algunas limitaciones, por ejemplo, no se puede enterrar a nadie en su tierra, porque eso se considera impuro, se debería enterrar en la propia casa. No obstante, las leyes sobre la propiedad son menos rigurosas que las del código de Hammurabi; eso no quita la dureza de la legislación mosaica que, por cualquier cosa, eres "reo de muerte". Otra diferencia que plantea este código consitudinario con respecto el babilónico, es que no define el tipo de ejecución; reconocen, por ejemplo, la horca, porque aparece escrito que el ajusticiado ahorcado debe ser enterrado bajo el mismo árbol o esa tierra quedaría impura, pero no relacionan el delito con la pena capital, como hace Hammurabi, que llena sus leyes de azotes, mutilaciones, ahogamientos, empalamientos, hoguera, etc.. Por otra parte, se dan situaciones muy curiosas, por ejemplo, con la ley de celos (Números 5, 11), si el marido sospecha de una supuesta infidelidad, sin demostrarla, el sacerdote se hará cargo de esta tarea, a través de una ceremonia que consiste en bendecir veintidós decilitros de harina de cebada y ofrecer a la mujer agua amarga. Si después de beberla se le hinchaba el vientre, significaba que era culpable y, por tanto, "reo de muerte".
Es de suponer, que nos pueda resultar bárbaras estas leyes; pero realmente lo que buscaban era procurar mantener los derechos a la vida y propiedad, entre otros, y por tanto, para su momento, se consideraban justas, ideas que pretende hacernos ver.
Conclusiones.
¿En qué momento se produjo ese éxodo de Babilonia?. Con el renacimiento babilónico del siglo VI a. Cristo, el caldeo Nabuconodosor II destruyó Jerusalén en el año 587 a. C. y deportó a los judíos; sin embargo, cuando Ciro II el Grande creó el imperio babilónico, en el año 539 a. C., decidió devolver al pueblo hebreo a sus tierras, terminando tanto con Sumer como con el cautiverio judío.
Si aplicamos la tradición bíblica de una forma tajante y arbitraria, aceptando tan sólo los aspectos que se puede confirmar historiográficamente, y desechando, sin más, aquellos que nos pueden resultar contradictorios, podemos llegar a auténticas críticas metodológicas y a debilitarnos la fuerza de nuestras pruebas. Lo que ocurre es que así obtenemos la certeza de las tendencias distorsionantes de dicha figura. Después de todo, podemos tener ya las siguientes conclusiones: que el relato bíblico del Éxodo fuese una invención de los judíos, que salieron de Babilonia en el siglo VI a. Cristo, para justificar su regreso a la destruida Jerusalén. (Hoy en día, siguen exponiendo las mismas justificaciones para sus pretensiones territoriales en el próximo Oriente, que tantos conflictos suponen entre Israel y Palestina). La idea de las "doce tribus de Israel" es tan sólo una alianza religiosa de carácter patriótico frente a los dioses extranjeros: y es posible que el número "doce" sea un símbolo y que esas tribus fuesen, en realidad, más.
Lo que concibieron fue que un hombre llamado Abraham, abandonó Ur, en Caldea, y fue a instalarse en la futura Israel, hasta que Jacob - por orden de Jawhé - decidió marcharse a Goshen, al norte de Egipto, enlazándose con Moisés quien acabase con el "cautiverio" hebreo, para llevarlos a la Tierra Prometida. Con esto, justificaban también el conocimiento de Babilonia, mucho antes de su paso por Mesopotamia, como se aprecia en la inclusión de la Torre de Babel en el Génesis.



Por tanto, los libros de la Biblia que forman el Pentateuco son mucho más recientes de lo que ha propuesto la tradición, fechándolos en el siglo VI antes de Cristo, sirviendo de explicación, sintetizada y mítica, del regreso a Jerusalén y de cómo les ayudó Jehová o Jahwéh, en el viaje. Para empezar, ellos no diferenciaban en la Escritura, el mito -La Creación, el Diluvio-, la leyenda -los Patriarcas, la huída Egipto y el Paso del mar Rojo- y la verdad histórica - el cautiverio babilónico -, sino que todo lo entendían por historia, más aún, su única historia válida. Allí radica, según mi opinión, el fundamento de su fe y la razón de su existencia: ellos estaban convencidos de que Dios les había hecho partícipe de la verdad y que esta se hallaba en esos libros. Y así, podemos entender que la idea de excluir algún libro no estribaba en que fuesen menos auténticos o menos verdaderos que los otros, sino por decir que la autoridad competente no era tan edificante o presentar alguna duda de fe.
Por otra parte, si retomamos una idea ya mencionada cuando exponíamos la teoría de un posible Moisés egipcio, decíamos que este tomaba de la figura del príncipe las funciones del legislador, político y creador del culto; volviendo a este aspecto, encontramos una imagen entre los babilónicos que puede reflejar los intereses del Moisés bíblico: el de Hammurabi. Uno de los soberanos de la antigüedad más conocidos, entre los profanos, sobre todo por la legislación del famoso código consitudinario que se conserva en el museo del Louvre y que recibe su nombre. Pero no sería, sin embargo, su única tarea que le diera la fama histórica. Sus funciones resultan tan vastas y complejas como las del propio Moisés, abarcando por ejemplo al plano religioso. En cuanto al culto, crea una especie de monoteísmo en la figura de Marduk, que aparta al resto de los dioses sumerios de su panteón, y reúne atributos semejantes a los de Jahwéh, como el de Señor de Babilonia.
Por último, un detalle final que aporto a estas conclusiones es que ningún rebelde o disidente podría esperar escapar, mucho tiempo, del poder tan centralizado del faraón, dado que sus servidores controlaban constantemente el curso de los ríos y las tierras. Además, en la ruta de El Éxodo, los israelitas hubieran tenido que pasar muy cerca de Serabit y del Wadi Maghara, lugares en donde quizás hubiesen guarniciones egipcias, que no dudarían en interceptar a los fugitivos, si el faraón hubiera dado la orden de darles un escarmiento. Pero es muy posible pensar que los seiscientos mil hombres que salieron de Rameses, con Moisés, no llegaran tan al sur del Sinaí. Por otra parte, las marchas humanas de Abraham y Jacob son ejemplos mitificados de hechos arqueológicamente testimoniados y con una explicación antropológica. Las sociedades patriarcales, típicamente seminómadas, respondían al hambre mediante el traslado humano a lugares nuevos, a veces distantes. Así, la marcha atribuida a Abraham, desde Mesopotamia a Israel, corresponde al contexto del Bronce antiguo, mientras que la historia de la migración de Jacob a Egipto, se ajustaría a los desplazamientos humanos que produjo la presencia de los hicsos en tierras egipcias.

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